Por: Paul Polman / CEO de Unilever
Si el mundo quiere un acuerdo climático y una nueva agenda de desarrollo positiva para la economía, para las personas con bajos recursos y para las empresas, es necesario incluir a los bosques.
En septiembre, los gobiernos fijarán metas para eliminar la pobreza extrema para el 2030, habiendo antes acordado formas de movilizar las inversiones necesarias para tener éxito. En diciembre, las naciones acordarán en París un pacto climático potencialmente de amplio alcance. Este pacto hilvanará conjuntamente varios planes de acción a nivel país hasta el 2025 o el 2030. En paralelo, las compañías también anunciarán nuevos acuerdos climáticos. Estos compromisos muestran que tanto el sector público como el privado están involucrados más que nunca.
No obstante, colectivamente estos compromisos serán insuficientes para mantener el calentamiento global a menos de 2°C, umbral que científicos y gobiernos han aceptado como crítico para evitar consecuencias catastróficas para cientos de millones de personas. Para reforzar el acuerdo de París, los líderes globales deberían contemplar a los bosques del mundo.
Durante la Cumbre sobre el Clima de la ONU, celebrada en septiembre de 2014, más de 175 países, compañías y organizaciones representantes de grupos indígenas firmaron la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, comprometiéndose a reducir a la mitad la pérdida natural de bosques en el mundo para el 2020, eliminándola por completo para el 2030, incrementando al mismo tiempo la reforestación.
Una masa crítica de naciones con selvas tropicales y compañías agrícolas globales por primera vez respaldó fuertemente estas metas ambiciosas. Las economías desarrolladas se comprometieron a aportar incentivos económicos de gran escala para ayudar a posibilitar progresos drásticos. Una vez implementadas, de acuerdo con la ONU, alcanzar estas metas reducirá entre 4.500 y 8.800 millones de toneladas anuales de contaminación de carbono para el 2030, aproximadamente lo mismo que poner punto final a toda la contaminación climática producida por todos los autos del mundo. Además, hacerlo es más económico que otras soluciones, y trae muchos beneficios para las 1.600 millones de personas que dependen de los bosques como medio de subsistencia.
Varios países en desarrollo están encabezando la iniciativa. Brasil ha reducido la pérdida de bosques en el Amazonas en más de 75 por ciento, aumentando al mismo tiempo la productividad agrícola y los ingresos rurales de poblaciones con pocos recursos. Estos resultados se dieron a través del refuerzo de políticas públicas, con liderazgo desde el gobierno, el sector privado y la sociedad civil.
A finales del año pasado, Perú se comprometió a poner fin a la deforestación para el 2021, en sociedad con Noruega y Alemania. Colombia develó recientemente planes para una de las áreas protegidas más grandes del mundo, comprometiéndose a restaurar un millón de hectáreas de área deforestada y alcanzar una deforestación neta de cero en la región del Amazonas para el 2020. El año pasado, catorce de los principales países con bosques del mundo, incluyendo a Colombia y Perú, prometieron presentar metas forestales ambiciosas antes de París y retaron a las economías industrializadas a cumplir su compromiso de 2014 de crear verdaderos incentivos económicos para la acción.
El sector privado también está liderando. En 2010, el Foro de Productos para el Consumidor reunió empresas con más de 3 billones de dólares en ingresos anuales, prometiendo eliminar la deforestación en su cadena de proveedores para el 2020. Compañías de productos para el consumo como Unilever, Nestlé, McDonalds e importantes comercializadoras de commodities agrícolas como Wilmar, Cargill y Archer Daniels Midland se han comprometido con implementar esa promesa.
Tan solo durante los últimos 18 meses, el porcentaje del comercio mundial de aceite de palma cubierto por compromisos de “deforestación cero” ha crecido de 5% a aproximadamente 90%. Dado que la agricultura representa más de 70% de la deforestación tropical, estos compromisos tienen el potencial de enorme impacto, pero esto, por supuesto, depende de que sean plenamente implementados; y las compañías de la cadena de proveedores deben hacer su parte. Hacerlo es bueno para el negocio porque asegura nuestra licencia para operar, nuestro abastecimiento futuro y mitiga el riesgo en un mundo de recursos finitos. Significa hacer lo correcto por el planeta y ser capaz de atender a los consumidores en las próximas décadas.
Pero los países con bosques, las comunidades locales y las compañías no pueden tener éxito solos. Ahora, los países desarrollados deben cumplir su compromiso para crear incentivos económicos para la acción. Las naciones con bosques dispuestas a hacer más de lo que les corresponde para resolver la crisis climática, deberían ser premiadas vía pagos basados en resultados. En París, las naciones desarrolladas deberían dar los incentivos económicos que prometieron en 2014, comprometiéndose a financiar la reducción anual de 2.000 millones de toneladas de emisiones en las selvas tropicales para el 2020. El informe Nueva Economía del Clima 2015 de la Comisión Global sobre Economía y Clima, de la que soy Comisionado, también defiende el aumento de flujos internacionales para REDD+ más allá del 2020, con el objetivo de financiar la reducción anual de otras mil millones de toneladas de emisión desde el 2020 y más allá.
Estos fondos deberían financiar el incremento del producto agrícola y los ingresos rurales, intensificando la producción agrícola y restaurando la productividad en tierras ambientalmente degradadas, en lugar de expandir la agricultura a costa de los bosques, de comunidades dependientes de éstos y del clima.
China e India, ambos importadores significativos de commodities que ponen en riesgo los bosques, también deberían empezar a hacer valer su poder de compra. Pueden enviar una señal importante en el sentido de que los mercados más grandes y de mayor crecimiento de palma, soja y otros commodities quieren y esperan que sean sustentablemente producidos.
A través de estas inversiones y señales, el mundo puede alimentar su creciente población, finalizar la pobreza extrema, proteger los bosques y abordar el cambio climático en la forma más eficiente y equitativa posible.
Hasta el momento, las asociaciones forestales no tienen gran preeminencia en las discusiones climáticas con miras a París. Las negociaciones se están enfocando en lo que cada país puede hacer por sí solo, en lugar de también analizar qué más podemos hacer trabajando juntos. Esto es un error, ya que ignora oportunidades de acción de bajo costo a favor del crecimiento, y exacerba el riesgo de que muchos países en desarrollo no se jueguen demasiado para llegar a un acuerdo ambicioso sobre el clima. Afortunadamente, aún hay tiempo de cambiar esto. El mundo puede y debe incluir el cuidado de los bosques con mira a un ambicioso acuerdo climático.
Paul Polman es CEO de Unilever y presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable. Puede seguirlo en Twitter en la cuenta @PaulPolman.
Si el mundo quiere un acuerdo climático y una nueva agenda de desarrollo positiva para la economía, para las personas con bajos recursos y para las empresas, es necesario incluir a los bosques.
En septiembre, los gobiernos fijarán metas para eliminar la pobreza extrema para el 2030, habiendo antes acordado formas de movilizar las inversiones necesarias para tener éxito. En diciembre, las naciones acordarán en París un pacto climático potencialmente de amplio alcance. Este pacto hilvanará conjuntamente varios planes de acción a nivel país hasta el 2025 o el 2030. En paralelo, las compañías también anunciarán nuevos acuerdos climáticos. Estos compromisos muestran que tanto el sector público como el privado están involucrados más que nunca.
No obstante, colectivamente estos compromisos serán insuficientes para mantener el calentamiento global a menos de 2°C, umbral que científicos y gobiernos han aceptado como crítico para evitar consecuencias catastróficas para cientos de millones de personas. Para reforzar el acuerdo de París, los líderes globales deberían contemplar a los bosques del mundo.
Durante la Cumbre sobre el Clima de la ONU, celebrada en septiembre de 2014, más de 175 países, compañías y organizaciones representantes de grupos indígenas firmaron la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, comprometiéndose a reducir a la mitad la pérdida natural de bosques en el mundo para el 2020, eliminándola por completo para el 2030, incrementando al mismo tiempo la reforestación.
Una masa crítica de naciones con selvas tropicales y compañías agrícolas globales por primera vez respaldó fuertemente estas metas ambiciosas. Las economías desarrolladas se comprometieron a aportar incentivos económicos de gran escala para ayudar a posibilitar progresos drásticos. Una vez implementadas, de acuerdo con la ONU, alcanzar estas metas reducirá entre 4.500 y 8.800 millones de toneladas anuales de contaminación de carbono para el 2030, aproximadamente lo mismo que poner punto final a toda la contaminación climática producida por todos los autos del mundo. Además, hacerlo es más económico que otras soluciones, y trae muchos beneficios para las 1.600 millones de personas que dependen de los bosques como medio de subsistencia.
Varios países en desarrollo están encabezando la iniciativa. Brasil ha reducido la pérdida de bosques en el Amazonas en más de 75 por ciento, aumentando al mismo tiempo la productividad agrícola y los ingresos rurales de poblaciones con pocos recursos. Estos resultados se dieron a través del refuerzo de políticas públicas, con liderazgo desde el gobierno, el sector privado y la sociedad civil.
A finales del año pasado, Perú se comprometió a poner fin a la deforestación para el 2021, en sociedad con Noruega y Alemania. Colombia develó recientemente planes para una de las áreas protegidas más grandes del mundo, comprometiéndose a restaurar un millón de hectáreas de área deforestada y alcanzar una deforestación neta de cero en la región del Amazonas para el 2020. El año pasado, catorce de los principales países con bosques del mundo, incluyendo a Colombia y Perú, prometieron presentar metas forestales ambiciosas antes de París y retaron a las economías industrializadas a cumplir su compromiso de 2014 de crear verdaderos incentivos económicos para la acción.
El sector privado también está liderando. En 2010, el Foro de Productos para el Consumidor reunió empresas con más de 3 billones de dólares en ingresos anuales, prometiendo eliminar la deforestación en su cadena de proveedores para el 2020. Compañías de productos para el consumo como Unilever, Nestlé, McDonalds e importantes comercializadoras de commodities agrícolas como Wilmar, Cargill y Archer Daniels Midland se han comprometido con implementar esa promesa.
Tan solo durante los últimos 18 meses, el porcentaje del comercio mundial de aceite de palma cubierto por compromisos de “deforestación cero” ha crecido de 5% a aproximadamente 90%. Dado que la agricultura representa más de 70% de la deforestación tropical, estos compromisos tienen el potencial de enorme impacto, pero esto, por supuesto, depende de que sean plenamente implementados; y las compañías de la cadena de proveedores deben hacer su parte. Hacerlo es bueno para el negocio porque asegura nuestra licencia para operar, nuestro abastecimiento futuro y mitiga el riesgo en un mundo de recursos finitos. Significa hacer lo correcto por el planeta y ser capaz de atender a los consumidores en las próximas décadas.
Pero los países con bosques, las comunidades locales y las compañías no pueden tener éxito solos. Ahora, los países desarrollados deben cumplir su compromiso para crear incentivos económicos para la acción. Las naciones con bosques dispuestas a hacer más de lo que les corresponde para resolver la crisis climática, deberían ser premiadas vía pagos basados en resultados. En París, las naciones desarrolladas deberían dar los incentivos económicos que prometieron en 2014, comprometiéndose a financiar la reducción anual de 2.000 millones de toneladas de emisiones en las selvas tropicales para el 2020. El informe Nueva Economía del Clima 2015 de la Comisión Global sobre Economía y Clima, de la que soy Comisionado, también defiende el aumento de flujos internacionales para REDD+ más allá del 2020, con el objetivo de financiar la reducción anual de otras mil millones de toneladas de emisión desde el 2020 y más allá.
Estos fondos deberían financiar el incremento del producto agrícola y los ingresos rurales, intensificando la producción agrícola y restaurando la productividad en tierras ambientalmente degradadas, en lugar de expandir la agricultura a costa de los bosques, de comunidades dependientes de éstos y del clima.
China e India, ambos importadores significativos de commodities que ponen en riesgo los bosques, también deberían empezar a hacer valer su poder de compra. Pueden enviar una señal importante en el sentido de que los mercados más grandes y de mayor crecimiento de palma, soja y otros commodities quieren y esperan que sean sustentablemente producidos.
A través de estas inversiones y señales, el mundo puede alimentar su creciente población, finalizar la pobreza extrema, proteger los bosques y abordar el cambio climático en la forma más eficiente y equitativa posible.
Hasta el momento, las asociaciones forestales no tienen gran preeminencia en las discusiones climáticas con miras a París. Las negociaciones se están enfocando en lo que cada país puede hacer por sí solo, en lugar de también analizar qué más podemos hacer trabajando juntos. Esto es un error, ya que ignora oportunidades de acción de bajo costo a favor del crecimiento, y exacerba el riesgo de que muchos países en desarrollo no se jueguen demasiado para llegar a un acuerdo ambicioso sobre el clima. Afortunadamente, aún hay tiempo de cambiar esto. El mundo puede y debe incluir el cuidado de los bosques con mira a un ambicioso acuerdo climático.
Paul Polman es CEO de Unilever y presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable. Puede seguirlo en Twitter en la cuenta @PaulPolman.