Cada vez más población en edad de trabajar está padeciendo enfermedades y esto repercute directamente en la productividad de los países, a lo que se suma que la disminución de la fuerza laboral, agrava las desigualdades y afecta negativamente a las poblaciones más vulnerables.
Enfermedades que repercuten gravemente en la productividad y el absentismo, como la diabetes y la migraña, requieren un abordaje especial, ya que afectan la estabilidad presente y futura del mercado laboral y económica, tomando en cuenta la composición demográfica de América Latina cuya proporción de personas de edad avanzada es cada vez mayor. Otras enfermedades prevalentes como la obesidad, a menudo se subestiman y se trata más como una afección que como una enfermedad.
Las enfermedades le restan en promedio 3.5% al PIB de los países de Latinoamérica, de acuerdo con un estudio del instituto alemán de investigación económica WifOR en colaboración con la Federación Latinoamericana de la Industria Farmacéutica (FIFARMA). Hay países en los que esta pérdida alcanza el 4,7% del PIB. El efecto de las deficiencias de salud sobre la población activa se resume como carga socioeconómica (SoC) de una enfermedad y se refiere a la disminución del capital humano; es decir, por reducción del tamaño, eficiencia y potencial general de la mano de obra. Medir esa carga permite comprender el impacto de las enfermedades y el valor de una adecuada inversión en salud.
En el informe se cuantificó el valor monetario de la carga SoC para siete enfermedades: cardiovasculares, neoplasias, cardiopatías isquémicas, infecciones respiratorias bajas, cáncer de mama, diabetes tipo 2 y migraña.
La relación entre salud y crecimiento económico es evidente; sin embargo, se pasa por alto en las asignaciones presupuestarias de nuestros países, según este estudio. Las inversiones sanitarias desempeñan un papel directo en la oferta de trabajadores, ya que la cantidad y las capacidades de la mano de obra dependen de su salud.
Más que el número de pacientes tratados o las camas de UCI ocupadas, los resultados de la inversión en salud deben medirse en términos de los beneficios económicos obtenidos gracias a la prevención de pérdidas de productividad. Poblaciones más sanas producen importantes efectos indirectos, más allá de sus sectores de empleo directos.
“Estos resultados confirman la importancia de una inversión adecuada en salud y de que las estrategias sanitarias promuevan el desarrollo económico” señala Victoria Brenes, Directora Ejecutiva de Fedefarma, “por esta razón el sistema sanitario debe considerarse como una inversión para el mediano y largo plazo, con programas de prevención de enfermedades, promoción de la salud integral y fortalecimiento de los sistemas sanitarios”.
Datos específicos del estudio indican que en 2022, las disminuciones de la fuerza laboral vinculadas a las enfermedades especificadas representaron entre el 2,5% (Perú) y el 6,4% (Argentina) del PIB. Las pérdidas económicas de 2018 a 2022 oscilaron entre US$12.500 millones (Costa Rica) y US$367.400 millones (Brasil).
La migraña y la diabetes tipo 2 son las enfermedades que más contribuyen a la carga SoC, mostrando la diabetes una tendencia al alza en la última década. Las enfermedades cardiovasculares y las neoplasias imponen sistemáticamente una carga SoC sustancial, que es especialmente elevada si tenemos en cuenta que el trabajo de determinados trabajadores cualificados no puede ser fácilmente sustituida.
El estudio concluye que el sistema sanitario debe considerarse, no solo como un medio para tratar enfermedades, sino que es un pilar fundamental para el desarrollo socioeconómico sostenible y el aumento de la productividad. El análisis se aplicó en ocho países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México y Perú, pero de acuerdo con Fedefarma, es un reflejo de cómo la región debe considerar aumentar y mejorar la inversión que se hace en salud.
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