Cuando duele alguna parte del cuerpo, hay que prestar atención. El dolor es una manifestación desagradable de que algo está ocurriendo y aunque a veces puede ser leve o pasajero, en otras ocasiones puede deteriorar la calidad de vida, es por eso que no debe subestimarse. Para el manejo del dolor hay muchas alternativas analgésicas; sin embargo, el tipo de tratamiento dependerá del origen y el impacto en el paciente.
El dolor se clasifica en agudo y crónico. El primero es generalmente de corta duración y sus causas se pueden identificar rápidamente, ya que puede surgir de una lesión o enfermedad temporal, mientras que el dolor crónico es persistente en el tiempo y su causa no es fácilmente identificable; por esta razón representa un desafío para los profesionales de salud.
El dolor debe abordarse de manera integral, es decir, no solo tomar medicamentos para sentir alivio, sino que deben considerarse los aspectos físicos, emocionales y sociales para adaptar el tratamiento a cada persona. El doctor Juan Esteban Salazar Duarte, Médico Anestesiólogo de Grupo Menarini de Centro América y El Caribe, comenta que cada paciente debe aprender a identificar si tiene algún dolor que pueda estar comprometiendo alguna función de su cuerpo, buscar ayuda profesional oportuna y en caso de ser necesario, tratamientos certificados que cuenten con respaldo.
Además de los tratamientos farmacológicos, también pueden ser útiles terapias físicas, conductuales, técnicas de relajación y cualquier otra alternativa que los profesionales sanitarios puedan sugerir.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido escalas analgésicas del dolor. El objetivo de esta clasificación es proporcionar un tratamiento escalonado que se ajuste a su necesidad y paralelamente, evitar efectos secundarios como por ejemplo la dependencia o sedación.
- Leve o agudo: se suministran analgésicos no opioides y anti-inflamatorios no esteroides como paracetamol, ibuprofeno o diclofenaco que tienen un efecto en menos de cuatro horas, según lo indica el doctor Salazar.
- Moderado: incluye no opioides y opioides débiles como tramadol o petidina
- Grave: en este nivel se administran opciones como la morfina, oxicodona o fentanilo.
En todos los casos anteriores se pueden agregar tratamientos coadyuvantes para aumentar o modificar la acción del medicamento principal, por ejemplo, para tratar ansiedad, espasmos, vómito, etc.
Tanto los pacientes como los profesionales en salud deben estar atentos a la evolución del dolor, y a la respuesta al tratamiento. Victoria Brenes, hace un llamado a la población a no ignorar dolores que pudieran estar alertando sobre alguna condición. “Los tratamientos farmacológicos contribuyen en gran medida con la salud pública; sin embargo, es necesario consumirlos responsablemente. Los analgésicos no deben tomarse por más de cinco días, por lo que, ante un dolor persistente, se debe buscar ayuda en los centros de atención primaria ya que es el personal médico quien debe identificar el tipo y la causa del dolor para poder proveer el fármaco necesario”.
La OMS recomienda el uso racional de medicamentos y para eso se debe mantener una comunicación activa médico – paciente, que promueva un monitoreo conjunto y la farmacovigilancia, y así garantizar que las recetas y las dosis sean convenientes.
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