La automatización basada en inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa lejana para Centroamérica: es una realidad en marcha. Según el Banco Mundial, entre el 26% y el 38% de los empleos en América Latina y el Caribe están expuestos a la IA generativa. Si bien solo entre el 2% y el 5% podrían ser totalmente automatizados, la mayoría enfrentará transformaciones profundas que exigirán nuevas habilidades y modelos de formación laboral.
Este escenario plantea un reto estructural para la fuerza profesional de la región: ¿cómo prepararse para un entorno en el que muchas tareas tradicionales dejarán de existir?
Los avances tecnológicos están desplazando tareas repetitivas —principalmente en funciones administrativas—, pero al mismo tiempo generan espacio para nuevas posiciones que requieren pensamiento crítico, liderazgo y creatividad. El Informe sobre el Futuro del Empleo 2025, del Foro Económico Mundial, respalda esta proyección: los empleos del futuro serán híbridos, con un alto componente humano complementado por capacidades digitales.
La clave, entonces, no es competir con las máquinas, sino desarrollar habilidades que no pueden ser replicadas por ellas. Así lo señala Guillermo Salas Dalsaso, experto en innovación tecnológica, quien destaca que “la IA es eficaz reconociendo patrones, pero no comprende la riqueza contextual que define muchas decisiones humanas”.
A pesar de su potencia, la IA solo puede aprender de lo que ha sido documentado. Esto limita su capacidad para interpretar dinámicas informales, usos culturales y realidades no digitalizadas. En los países de Centroamérica, donde la diversidad regional incide en la gestión de negocios, este vacío representa una oportunidad estratégica para el talento humano.
“La IA aprende de datos. Si algo no fue documentado —como los vínculos comunitarios, los usos regionales o la comunicación emocional— simplemente no lo reconoce. Y ahí es donde el talento humano aporta valor”, explica Salas.
En cantones rurales, por ejemplo, la confianza personal puede tener más peso que los protocolos formales. Esto influye en decisiones de compra, liderazgos internos y dinámicas laborales que escapan al radar algorítmico.
La transformación digital no implica una eliminación del trabajo humano, sino una reconfiguración. Sectores como atención al cliente, orientación vocacional y relaciones laborales se están redefiniendo en torno a una necesidad creciente: la capacidad de conectar emocionalmente, interpretar contextos y tomar decisiones éticas.
Algunos de los perfiles emergentes con mayor potencial incluyen:
- Consultores en transformación digital con enfoque comunitario
- Diseñadores de experiencias con arraigo cultural local
- Mentores laborales para procesos de reconversión profesional
- Líderes de innovación con sensibilidad social
Estos roles no solo se alinean con las necesidades empresariales, sino que también representan un mecanismo para evitar que el talento local se autoexcluya del futuro laboral.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina podría generar más de 10 millones de nuevos empleos digitales en cinco años. Pero la inclusión real dependerá de una estrategia de reconversión profesional, con políticas activas en formación técnica, educación digital desde etapas tempranas y cooperación entre Estado y sector privado.
“La tecnología avanza, pero solo el ser humano puede crear un entorno donde esa tecnología se adapte socialmente. Ese será nuestro diferencial”, concluye el experto.
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